Este es uno de los platos más populares de Córdoba capital, y de toda su provincia. Desde hace años, ha ido evolucionando, encontrando ya todo tipo de variedades, de lomo, de jamón, de pollo, rellenos de espárragos, de roquefort, de pimientos, etc
A mí me enseñó a hacerlos mi amiga Pilar Pulido, de Baena. Creo que es difícil mejorar estos flamenquines, siempre le salen perfectos, tiernos, jugosos y llenos de sabor.
Es importante pedir al carnicero que nos corte los filetes de lomo en oblícuo, para que salgan más grandes, y bien finos.
Cuatro filetes de lomo de cerdo finos
Un huevo duro picado fino
Cuatro o cinco tiras de jamón
Ajo, sal, perejil y zumo de limón
Huevo batido y pan rallado
Machacamos un ajo, perejil y sal hasta formar una pasta. Diluímos con el zumo de limón, y adobamos con esta mezcla los filetes, dejándolos reposar unas horas.
Extendemos sobre una superficie uno de los filetes, aplastándolo con las manos, y colocamos otro al lado, pero un poco montado sobre el anterior. Esto se hace, simplemente para alargarlo, porque un sólo filete sería demasiado corto.
Ponemos en el centro un poco de huevo picado formando una línea en el centro, de lado a lado, y sobre éste, dos o tres tiras de jamón. Enrollamos el filete apretando bien, y dejando en el centro la unión de los dos filetes.
Metemos el flamenquín en el huevo batido, y a continuación, en el pan rallado, y lo reservamos en el frigorífico para que se compacte bien, o casi mejor, lo congelamos.
Para freírlo, debemos tener cuidado con la temperatura. El aceite debe estar bien caliente, y meteríamos dos o tres flamenquines a la vez, así, bajará la temperatura para que no se haga demasiado rápido, ya que no debe quedar crudo por dentro.
Para mí, el mejor acompañamiento, unas patatas fritas y mayonesa, o un poco de ensalada de lechuga.
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